Son muy tenaces, se esconden en el metro y me persiguen. No, no me refiero a tarados como el que hace unos días arrojó a un pobre hombre a la vía, sino a los comerciales de Círculos de Lectores.
La semana pasada pusieron su tenderete en la estación de María Cristina, donde siempre me apeo para ir a comer a casa de mis padres, entre semana. Pues bien, esquivar a los mandados que reparten puntos de lectura tiene su arte: hay que parecer apresurado, y poner cara de pocos amigos. Supongo que llevar el iPod conectado también ayuda en algo. Pero una vez que aceptas el dichoso punto, viene la temida pregunta... Más de una vez los he despachado rápidamente diciendo que tenía prisa (siempre cierto, por otro lado). Alguna otra, les he contado la verdad: trabajo en una revista cultural y tengo todos los libros que quiero, los que no quiero y los que nunca podré llegar a leer... Por tanto, NO me interesa ser del Círculo de Lectores, gracias...
Cuando por fin la caseta desapareció de María Cristina, va y me la encuentro en la estación de ¡Plaza de Sants (la de mi curro)! ¿Qué coño pasa aquí? ¿Estoy gafado? ¿Me persiguen? ¿Vendrán pronto a Sagrera? Cómo diría Locke, personaje inefable de "Lost": "Everything happens for a reason...". Ya tiemblo...
PD: Por cierto, hablando de libros, he empezado a leer la primera novela de Kiko Amat. De momento me mola su estilo directo y repetitivo. Y sus capítulos son muy cortos, ideales para leer en el metro. Por otro lado, en mi mesilla de noche sigue "Shantaram", pero no le hago demasiado caso, al pobre... Lo dicho, necesitaría un día de 36 horas. ¡Quiero ser Hiro Nakamura ya!
No hay comentarios:
Publicar un comentario