18 de septiembre de 2010

Limp Bizkit vs. Eels: del infierno al paraíso

En dos días he podido asistir a dos conciertos radicalmente distintos: el jueves estaba en Razzmatazz viendo a Limp Bizkit, grupo denostado por muchos del que admiro sus primeros álbums. Y pese a que su cantante Fred Burst es un bocazas y chulopiscinas de mucho cuidado, su rap-metal de finales de los noventa marcó una época gloriosa. Veremos como será su nuevo álbum "Gold cobra" (un craso error el girar sin tenerlo acabado), pero lo que sí que es seguro es que el bolo del jueves dejó mucho que desear. Y es que no es de recibo que una banda como ésta, que ha vendido millones de elepés (pese a que se cambió de sala por la escasa venta de entradas, el Razz estaba bastante lleno), encare con tanta desgana un concierto. Con un sonido infame, lo que más me molestó del show que ofrecieron Limp Bizkit fueron las continuas paradas entre temas, injustificadas totalmente, que acabaron por romper completamente el ritmo del bolo. Cuando se ponían a dar caña eran atronadores, pero sinceramente abusaron de la paciencia del respetable.
Suspenso pues para los de Jacksonville. Lo más demencial: las pintas inenarrables de su guitarrista Wes Borland, un ser sencillamente de otro planeta.

En las antípodas de este concierto, ayer disfruté junto a mis dos compañeros leopardos de una de las mejores actuaciones de este 2010 (junto a las de Rage Against The Machine del Rock in Rio Madrid y Faith No More en el BBK Live de Bilbao). Nada más y nada menos que Eels, o Mark Oliver Everett. En el 2001 ya lo voté como mejor concierto de ese año (y su "Souljacker" fue también mi elepé preferido en la lista de la extinta revista Rock Sound), y tuvo lugar también en la misma sala Bikini.
Con las entradas agotadas desde el verano, Mr E. presentó a una banda más rockera que nunca, y con un look excepcional: todos barbudos como él, con traje y gafas de sol. Mientras que E llevaba una bandana calada literalmente hasta las cejas (o más bien hasta sus gafas de sol), que le daba un extraño aire a un cruce imposible entre un miembro de Suicidal Tendencies y ZZ Top.
Empezó él solo, en plan calmado, y al cuarto tema se le unieron esas bestias pardas y la adrenalina subió hasta cotas insospechadas. Seguro que más de uno, que esperaba algo mucho más intimista y alternativo, se debió quedar a cuadros, mientras esperaba su hit "Novocaine for the soul", que lógicamente no tocaron (no cuadraba con su nuevo planteamiento 100% rock). Incluso algunos de sus temas más antiguos y pausados fueron reversionados a altas revoluciones. Y tampoco faltaron unas cuantas versiones (el clásico "Summertime", o el estupendo "Summer in the city" de Joe Cocker, entre otras). Tan solo un pero: tocaron un poco menos de hora y media, y supo a poco. Por lo demás, un diez rotundo. E es un monstruo sobre las tablas y nuevamente volvió a demostrarlo. Además, se le notó con muchas ganas pese a ser muy parco en palabras. Pero en la presentación de sus músicos sí que se apreció su particular carácter muy propenso a la coña marinera. Genio y figura. Palabra.

Grinderman 2: el retorno del Nick Cave más fiero



Tras una sola escucha del segundo disco de Grinderman, el grupo paralelo de Nick Cave que apuesta por el rock más descarnado, puedo afirmar que "Grinderman 2" es la ratificación del mejor proyecto del australiano en décadas. Igual de demoledor, aunque un poco más variado que su predecesor, estoy seguro que este álbum se encontrará en mi lista de los mejores del año.

ATREVEROS A JUGAR CON EL LOBO FEROZ

"Hurley": el retorno de Weezer al clasicismo


Tengo una teoría respecto a Weezer, uno de mis grupos favoritos. Sus discos impares son clásicos, mientras que los pares son más raros o experimentales. Su debut, conocido como el álbum azul, sería un clásico. Por ello me refiero a su característico power pop vitaminado y sentimental. En cambio, "Pinkerton", su continuación, es mucho más cruda (aunque no deja de ser un grandísimo -e incomprendido- disco). Sigamos con su tercer elepé, más conocido como el ábum verde. Éste es un claro retorno al clasicismo de su debut. Su cuarto elepé, "Maladroit", es una nueva sorpresa: cuenta con un sonido inusualmente endurecido. Continuamos con el quinto, "Make believe", que es otro retorno al clasicismo sentimental y musical. En cambio su sexto álbum, que por tercera vez no tiene título y se le conoce como el álbum rojo, es de lo más marciano, aunque igualmente notable (Weezer no han hecho nunca un mal disco).
Es aquí donde se rompe esta regla infalible: "Raditude", su séptimo largo, tendría que ser otro retorno al clasicismo, y nada más lejos de esto: es el más comercial y a la vez variado que han hecho nunca. En cambio, su flamante último elepé, "Hurley" sí que es de los clásicos, y por tanto se parece más a los mencionados anteriormente.
Por cierto, que la historia de la curiosa portada (Hugo de "Lost") tiene tela: en principio tenía que venderse solo en tiendas de la marca Hurley (filial de Nike), pero al final (y afortunadamente para nosotros), no ha sido así. Pero un evidente compromiso ha hecho que se inventasen algo de los más friki para justificar el título. Y aquí es donde entra el Hurley de "Perdidos".
En fin, que el octavo disco de Weezer vuelve a ser un bombazo. Aquí tenéis la prueba.

¡¡¡A DISFRUTAR CON EL GORDO DE LOST!!!