1 de noviembre de 2014

Escribo minutos antes de ir al aeropuerto para regresar a Barcelona. Nuestros últimos días aquí han sido geniales, como todo el viaje de hecho. Quizás no insistí nada en la belleza del Perito Moreno, pero por las fotos supongo que no había que decir mucho más...
Nuestra excursión a Estancia Cristina también moló mucho. Nos recogieron en minibus a las 7 de la mañana, con un frío que pelaba. Tras una hora de carretera, embarcamos en un moderno barco (que tampoco tenía calefacción) para iniciar una navegación de unas tres horas hasta la Estancia Cristina, muy cerca del glaciar Upsala. El trayecto se hizo entre témpanos de hielo azules (a la vuelta vimos unos mucho más grandes y bellos), y hacia el final, debido al viento, se hizo más agitado. Una vez allí  nos recogieron unos 4x4 que nos llevaron a un imponente mirador. El camino, impracticable, mientras empezaba a nevar, daba una imagen de postal. En el mirador pudimos apreciar la grandeza del glaciar Upsala, y de regreso comimos en el restaurante de la estancia un cordero asado riquísimo. Luego nos mostraron el museo y dimos una vuelta por los aledaños (ahora hay unas cabañas de lujo, a 1000 dólares la noche). A la vuelta a Calafate cenamos en La Tablita, una parrilla cercana buenísima.

Al mediodía siguiente nos vinieron a recoger mas tarde de lo previsto, por los retrasos de vuelos debido a las tormentas del día anterior, y aprovechamos para comer más carne en el Ricks. El vuelo se hizo bastante largo, pues hizo escala en Bariloche (donde aterrizamos entre grandes turbulencias y algún grito de miedo de algún pasajero). Y en Buenos Aires acabamos cenando en un McDonald's vecino al piso de Fabiana.

Ayer lo dedicamos a visitar el centro de la ciudad. Bajamos en la parada de metro de tribunales y fuimos a ver a Norberto a su taller de joyería. Luego caminamos por la calle comercial Florida, y tomamos un taxi hasta Puerto Madero, precioso, donde comimos. El día empezó con lluvia pero luego salió el sol. De Puerto Madero, otro taxi hasta las magníficas Galerías Pacífico y más compras de souvenirs por la Florida. Y regreso en un metro atiborrado al piso. Como era nuestra última noche, pasamos a visitar a Norberto y Dina, y luego cenamos con ellos y Juan, Graciela, Pepe y Fabiana en el restaurante vecino Lo de Paca, un aquelarre de carne tremendo (tanto que hoy no tengo ganas ni de desayunar).  Nos lo hemos pasado increíble estos 15 días. Muchísimas gracias a Fabiana por todo, así como a su amabilísima familia. Un placer conocerlos. Volveremos seguro.



29 de octubre de 2014

Pinguïnos, lobos marinos y glaciares

Tengo muchas cosas que contar, así que iré al grano. El sábado pasado fuimos a Punta Tombo, a ver pingüinos. Un largo viaje en un minibus no demasiado cómodo, pero que valió la pena. Vimos muchos de estos animales, a lo largo de un camino de tierra de casi dos kilómetros que transcurría en paralelo a la playa. Lo más curioso es que algunos pingüinos lo atravesaban para llegar al mar, y nosotros teníamos que cederles el paso en el que caso que intentaran pasar. Había muchísimos turistas, pero por suerte se repartían a lo largo de todo el paseo, que tenía diversos miradores. Después de un par de horas, comimos allí y luego visitamos un pequeño museo vecino de la reserva natural. De regreso al hotel, acabamos cenando de nuevo en los Buenos Hermanos, donde nos encontramos con unos catalanes que viajaban por Argentina y que nos recordaron que fuéramos a votar el 9-N. Luego nos fuimos a dormir pronto, pues al día siguiente volvíamos a madrugar.

El domingo fue nuestro último día en Puerto Madryn, una localidad pequeña y tranquila de playa, pero sin demasiado encanto. Antes de volar de regreso a Buenos Aires, hicimos snorkel con lobos marinos. Me lo había recomendado mi amiga Núria, que hacía 3 semanas lo había hecho allí mismo, y fue realmente sensacional. Lídia y yo nos pusimos un traje de neopreno seco (más caro que el húmedo) para protegernos del frío del agua. Y embarcamos junto a un grupo de 6 (un español, un argentino y 4 alemanes) hacia la reserva dónde se encontraban los lobos marinos. Antes nos habían puesto un corto vídeo explicativo del entrenamiento necesario (para permanecer juntos y no asustar a los lobos). Solo teníamos 45 minutos en la reserva (pagamos por el vídeo), pero los aprovechamos muy bien gracias a nuestro instructor, apodado el gringo. Multitud de cachorros de lobos marinos se nos acercaron para jugar con nosotros. Incluso algún macho también vino. Aunque no paraba de entrarme agua en la máscara debido a mi bigote, fue genial. Una experiencia única totalmente recomendable. Luego comimos en el bistró de la playa antes de volar a Buenos Aires.

Al llegar a la capital, a media tarde, Fabiana nos vino a recoger al aeropuerto internacional y nos dio un tour en coche por el centro de Buenos Aires, Puerto Madero, precioso, el puerto y sus aledaños. Y cenamos en un restaurante mexicano de las afueras de la ciudad muy bueno. 

El lunes a primera hora tomamos un taxi hacia el aeroparque (el aeropuerto de vuelos nacionales que se encuentra en la ciudad) para volar hacia El Calafate. Cuando nos recogieron, nos enteramos que la excursión del miércoles, al parque natural chileno de Torrres del Paine, duraba 5 horas de ida y 5 más de vuelta, por lo que quisimos cancelarla y cambiarla por otra no tan cansada. Pero no nos devolvieron el dinero, una mierda. Después de dejar las maletas en el hotel, el acogedor Rincón de Calafate, caminamos hasta el centro (esta vez más cercano que en Puerto Madryn, a unos 20 minutos a pie) y tomamos una minivan gratuita hasta el museo del Glaciarium. Tras la interesante visita, bajamos (previo pago también) al bar de hielo, donde en 25 minutos había barra libre. Nos pusieron unas capas térmicas y unos guantes, y nos dieron un vaso de hielo. Yo probé un licor muy fuerte (no recuerdo el nombre) con coca-cola, y luego me tomé dos amaretos. De regreso, cenamos un cordero a la brasa buenísimo en el restaurante Rick's. 

Y hoy hemos hecho la excursión al glaciar Perito Moreno. Un bus nos ha llevado hasta el parque, que estaba a unos 80 km, por una carretera preciosa. Suerte que Lidia llevaba  algunos euros, porque yo me he olvidado de coger pesos, y no teníamos suficiente para pagar las entradas del parque (no aceptan tarjetas). Tras bajar del autocar, hemos tomado un barco que nos ha cruzado el río y nos ha dejado en un refugio. Un breve paseo por el bosque y nos hemos puesto crampones para subir al glaciar. Y hemos caminado sobre éste más de hora y media. Los guías eran muy amables. Luego hemos comido un bocadillo por allí y tras coger otro barco y un bus, hemos llegado al otro lado del glaciar, donde hay unas pasarelas enormes para verlo. Lástima que soplaba un viento helado, y no nos hemos quedado demasiado. De regreso a El Calafate, hemos intentado, en vano, que nos devolvieran el importe de la excursión a Torres del Paine. Al final hemos pagado en otra agencia por otra más relajada a Estancia Cristina: navegación al lado de témpanos de hielo y luego ruta en 4x4 más visita turística al museo del pueblo. De todas formas, nos vienen a buscar a las 7 de la mañana y regresamos a las 9 de la noche... Después hemos cenado una pizza muy buena en el restaurante La lechuza y ahora nos vamos a dormir. 

Pasado mañana regresamos a Buenos Aires y nos quedamos allá hasta el sábado. Supongo que escribiré la última entrada de este viaje en el blog de aquí a un par de días.  


















25 de octubre de 2014

Elefantes marinos y ballenas

Escribo desde Puerto Madryn, en el noreste de la Patagonia. Llegamos ayer en un vuelo de madrugada. Pero antes explicaré lo que hicimos anteayer en Buenos Aires. Por la mañana desayunamos en otro café vecino, y con Fabiana caminamos hasta el Monumental, el cercano estadio del River Plate. Desde allí tomamos un taxi hasta el cementerio de La Recoleta, donde hicimos un interesante tour guiado por sus bellísimos panteones (vimos, entre otras, la tumba de Evita Perón). Después de probar en una terraza vecina una pequeña selección de distintas cervezas, recorrimos a pìe las calles vecinas y tomamos un taxi hasta el barrio de Palermo. Allí comimos una carne excelente en el restaurante La Cabrera, y luego fuimos de tiendas por allí (hay muchísimas, y muy chulas). Yo finalmente encontré la tienda New Balance que buscaba y me compré unas bambas. De regreso a casa, caminamos un rato hasta coger el metro. Cenamos en casa de Norberto y Dina, con la hermana de Fabiana (y ésta), su marido y sus hijos. Esa noche había partido del River, y al volver a casa tras la cena pudimos escuchar el estruendo provocado por un gol de los locales en los últimos minutos.
Dormimos muy poco, pues a las tres nos pasó a recoger un taxi para llevarnos al aeropuerto, esta vez el que se encuentra dentro de la ciudad. Llegamos con demasiada antelación y tuvimos una hora antes de embarcar. A la llegada a Trelew, a las 7h30 de la mañana, notamos la bajada de la temperatura respecto a la capital. Nos recogió un minibus para llevarnos al hotel La Posada, muy bonito pero un poco alejado del centro (a 2 km). Como la habitación no estaba lista hasta las 15h, desayunamos y nos estiramos en las tumbonas del bonito jardín un par de horas. Luego caminamos hasta el centro, y contratamos una excursión el próximo domingo por la mañana para hacer snorkel con lobos marinos. Comimos en el restaurante Plácido, que nos había recomendado el guía que nos recogió en el aeropuerto. Yo una caldereta de pescado buenísima, y Lidia un pescado excelente. Lo más curioso es que la puerta del lavabo del local, muy refinado, estaba medio rota y por poco se cae abajo...
Regresamos en taxi al hotel e hicimos una buena y reparadora siesta. Luego cenamos en el restaurante del centro los Buenos Hermanos, un arroz con pescado tremendo. Y regresamos al hotel pronto pues estábamos cansados y hoy también madrugábamos.

Esta mañana hemos salido hacia Península Valdés a las 7h30 de la mañana. La excursión contratada nos ha llevado primero a ver elefantes marinos, una pasada, en la playa de Punta Delgada. Tras comer, hemos llegado hasta Puerto Pirámides, donde hemos embarcado para ver ballenas. Y hemos visto unas cuantas desde bastante cerca, aunque he encontrado la experiencia demasiado turística y un pelín agobiante por exceso de personas. A la vuelta hemos cenado fatal en el restaurante El Almendro.

Mañana visitaremos la pinguinera y el domingo haremos snorkel con los lobos marinos, y después regresaremos a Buenos Aires (para volver a marcharnos el dia siguiente a El Calafate). Aquí en Puerto Madryn hace muy buen tiempo pero mucho viento: el sol pica, pero también hace fresco. La Patagonia es un lugar bellísimo. No puedo colgar fotos porque el wifi no tira...





 

22 de octubre de 2014

Mieleros en Buenos Aires

El vuelo de Air Europa de Madrid a Buenos Aires, de doce horas y media, fue bien. Por suerte habíamos reservado previamente dos asientos situados en el lateral derecho del avión, porque este iba lleno. Pese a que en el momento de embarcar anunciaron un retraso por causas técnicas de 85 minutos, al final resultó que sólo fue de 20 minutos. Las películas disponibles (sólo 8) no eran en principio demasiado atractivas (ya había visto los blockbusters "Al filo del mañana", "X-Men: días del futuro pasado" y "El amanecer del planeta de los simios"): dormí "Maléfica" íntegramente, me divertí con casi toda la comedia romántica "Juntos y revueltos" con Adam Sandler y Drew Barrymore, y vi trozos de "Cómo entrenar a tu dragón 2". Por otro lado, tuvimos una tormenta eléctrica bastante espectacular, aunque no llegué a tomar fotos de los rayos que caían bastante cerca de nosotros. La comida, bastante flojita. También empecé el tremendo ensayo sobre la cocaína de Roberto Saviano, "Cero cero cero". Llegamos más o menos puntuales sobre las 8h30 de la mañana del lunes. Colas larguísimas en el control de inmigración, dónde nos tomaron la huella digital del pulgar y una foto con una webcam. Nos vino a buscar en coche Fabiana, que llegó justo cuando acabamos de recoger nuestras maletas. Tras 45 minutos en los que encontramos bastante tráfico, llegamos a su bonito apartamento de Belgrano. Tras ducharnos fuimos a ver a sus padres, que viven muy cerca. Comimos allí con su madre Dina diversos embutidos riquísimos, pollo en escabeche y helados de dulce de leche y otros sabores. Cuando nos disponíamos a irnos llegó su padre, Norberto, y nos quedamos un rato más charlando con ellos en su acogedora casa. Como llevábamos un jet lag considerable (aunque Lidia durmió bastante más que yo en el vuelo), descansamos un par de horas en el piso de Fabiana. Luego ésta nos vino a recoger y fuimos al cine Premium Hoyts a ver "Magia a la luz de la luna", la última de Woody Allen. Nos gustó bastante: una ligera comedia romántica de época bien interpretada. Las butacas, de cuero y reclinables, fueron un plus para que diera mis ya habituales cabezadas... Acabamos cenando en un agradable restaurante de Belgrano llamado Mooi (Lidia una ensalada, Fabiana y yo sendos arroces buenísimos) y nos retiramos a dormir pues estábamos reventados.  

Esta mañana, tras desayunar en una cafetería vecina un croissant (medialuna) y un donut (dona) de chocolate, hemos cogido (nunca decir este verbo en Argentina) el metro hasta el centro. Hemos paseado por la plaza de mayo, viendo la Casa Rosada y el Cabildo. Tras comprar el libro de Mathias Malzieu "El beso más pequeño" en La Librería de Avila y tomar algo en el histórico Café Tortoni de la Avenida de Mayo, hemos caminado por el bonito barrio de San Telmo. En el Paseo de la Historieta habían diversas estatuas de personajes de cómic argentinos, como Mafalda. Hemos comida en la plaza Dorrego mientras unos bailarines de tango bailaban para los turistas. Luego un taxi nos ha llevado al Caminito, en el barrio de La Boca, unas calles de lo más curiosas con edificios pintados de brillantes colores, al lado de La Bombonera, el estadio de fútbol del Boca Juniors. Luego otro taxi nos ha dejado en la espectacular librería El Ateneo, un antiguo teatro, dónde ademas de comprar (baratísimo) el nuevo disco de Weezer, hemos probado una tarta de chocolate con merengue tremenda. Tras pasear por la Avenida Santa Fe, llena de tiendas, hemos regresado en metro al apartamento donde nos alojamos. Como estábamos cansados, hemos cenado en casa una pizza excelente del Fortín Salteño. Buenos Aires es una ciudad enorme y muy curiosa: está repleta de edificios muy diferentes y mezclados de manera desordenada. Lo más feo cohabita con lo más atractivo en una armonía sorprendente. Me gusta y me descoloca.

Mañana seguiremos visitando Buenos Aires, y pasado volaremos de madrugada a Trelew, cerca de Península Valdés y Puerto Madryn, dónde pernoctaremos tres noches y veremos ballenas y leones marinos.

PD: lo de mieleros, para aquellos que se lo preguntan, es el término argentino para designar a los recién casados que están de luna de miel.

PD2: este ordenador no me deja acentuar las "a".