Esta tarde he devorado literalmente la primera temporada de "The office", en su versión norteamericana. Solo consta de seis hilarantes episodios de ventipoco minutos, pero también dispongo de la segunda, de 22 capítulos (además de otras series tan jugosas como las dos primeras temporadas de "Entourage" o "My name is Earl" - cortesía de mis padres vía Nueva York).
No he visto la versión británica (la original), pero la composición del director que va de graciosillo pero que es redomadamente imbécil que hace Steve Carell es de antología. Las risas desternillantes están más que garantizadas. Los médicos tendrían que recetar esta serie como antidepresivo y dejarse de Prozac y otras pastillas...
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