11 de septiembre de 2007

Hoy, hace seis años


Me encontraba en Sabadell, celebrando la Diada con un grupo de amigos en casa de uno de ellos. Estábamos poniendo la mesa con la tele encendida. Vaya, una avioneta (eso dijeron entonces) se había empotrado en una de las torres gemelas. Asombrados, seguimos viendo el informativo, pero sin darle demasiada importancia.
Al cabo de unos minutos, asistimos en directo al impacto de un segundo avión. Todo cambió. Quedó claro que no se trataba de un nuevo accidente, sino de un ataque terrorista en toda regla. Empezó la locura. A partir de entonces, todo fue confusión. Ya no apartamos los ojos de la tele, por descontado. En cuestión de minutos empezaron a conocerse datos de más y más aviones secuestrados. Parecía el fin del mundo. En algunas cadenas, más tremendistas, así lo pintaban. ¿El inicio de una tercera guerra mundial? El colofón llegó con el hundimiento de la primera torre, y, poco después, de la segunda. Nos pasamos toda la tarde enganchados al televisor, alucinando con la transcendencia del atentado. Nadie había imaginado nunca algo parecido. Las cadenas repetían una y otra vez las imágenes del impacto del segundo avión, y del posterior derrumbe, así como de las personas que saltaban al vacío desde lo más alto de las torres gemelas. A veces la realidad supera la ficción. Ese día no solo la superó, sino que se quedó muy muy lejos. Todo cambió a partir de esa fecha. Aunque con el paso de los años las cosas se van atenuando, se olvidan. Incluso ya se empieza a discutir en los Estados Unidos sobre la conveniencia de recordar tan funesto día. Yo al menos no lo olvidaré nunca.

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