Hay dos clases de prostitutas. Las que lo son oficialmente, y las otras. De las primeras, nada que objetar. Cumplen con su oficio y no engañan a nadie. Todo se limita a pagar un precio establecido y entregar un servicio. Lección primera de economía.
Ahora bien, las otras son mucho peores. De manera subrepticia, esperan que el macho pague la cuenta. Y siempre se escudan en la caballerosidad de su supuesta pareja. Cuando descubren que algunos no pasan por el aro, entonces te dan puerta.
Es triste, pero he descubierto que si quieres follar, has de pagar. Ya sea de manera directa o indirecta, siempre acabas pagando. Lamentablemente, todavía quedan demasiados especímenes del segundo tipo sueltos.
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