4 de febrero de 2008

Rambo, festival de casqueria de serie B


Reconozco que esperaba más, mucho más, de una saga que empezó de manera sublime y, película a película, fue degenerando a velocidad de crucero (a la par que los muertos en cada una crecían exponencialmente). Si "Acorralado" era una notable cinta de acción, y su secuela, pese a sus repetidas fantasmadas, no le andaba a la zaga, con "Rambo III" ya empezó la decadencia (que ironía hoy en día: el machito Rambo luchando codo con codo con los talibanes...). Y ahora, con la cuarta (y última) entrega, Sylvester Stallone, que también se encarga de dirigir el engendro, resucita a uno de sus personajes clave de su carrera (con el otro, Rocky, tuvo más suerte, en su reaparición del año pasado), pero desde los primeros minutos queda meridianamente claro que no tiene nada que decir. El guión de "John Rambo" es simplemente de encefalograma plano. Y no es que los anteriores fueran un prodigio de las letras, pero al menos había una mínima trama. Aquí no. Bueno sí. Se resume así: Rambo recoje en Tailandia a unos misioneros y los remonta río arriba hacia Birmania. Regresa. Y vuelve de nuevo, junto con unos mercenarios para rescatar a los misioneros, secuestrados por los crueles militares birmanos (el nuevo enemigo). Y claro, pese a que los profesionales de la guerra le dicen que se quede guardando el barco, Rambo no les hace ni puñetero caso, desenpolva su flamante arco, y empieza a liarla, aniquilando a cientos de malos. Y se acabó.
Algunos dirán que para una peli de acción no hace falta más. El problema es la estética cutronga del conjunto (14 millones de dólares no es lo que se dice una superproducción), y la devoción total de Stallone por la ultraviolencia más desbocada y gore (parecida a la de Mel Gibson, pese a que éste es capaz de realizar cintas notables a la par que salvajes, como "Apocalypto"). Curiosamente, la cinta recuerda en cierta medida a "Holocausto caníbal", por sus pasajes más crudos y estereotipados.
Lo mejor de todo fue contemplar los espectadores que asistieron a la sesión del viernes por la tarde. Un par de personajes siniestros de mediana edad, taimados y con gafas de sol Ray-Ban a lo "Cobra", supongo que fans ultradevotos de Stallone. Y el resto, numerosísimas familias suramericanas acompañadas de su jovencísima prole. Francamente, no creo que sea muy responsable llevar a sus retoños a ver precisamente este film. Por otra parte, clásicos los aplausos cazurros al final de algunas sangrientas matanzas. Me sentí rodeado de retrasados mentales. O de los típicos que no van nunca al cine, solo en casos excepcionales como éste. Y naturalmente, fui el ÚNICO que se quedó hasta el final de los títulos de crédito...

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